«Hace unos días llegamos con tiempo, antes de lo habitual, a la sesión del club de lectura de la prisión, y, aunque no lo esperaba (el economato y el café eran el año pasado motivos habituales por los que los esperábamos, nosotras a ellos), ya estaban todos sentados, dispuestos, y curiosamente en silencio. No hablaban entre ellos. Esperaban, como espera un músico…»