En colaboración con la editorial Allanamiento de Mirada hemos publicado el libro Mi universo azul. De zombis, monstruos y personajes imaginarios, escrito por Sergio Gómez Quintero, un niño de 10 años, con trastorno del espectro autista, que ha participado en las actividades de lectura compartida que la Asociación Entrelibros ha venido desarrollando en colaboración con la Asociación Mírame de Apoyo a Familias y Personas con Trastorno del Espectro Autista de Granada.
Sergio es un gran lector y desde hace un tiempo un prolífico escritor. Hasta los 5 años apenas habló, pero nunca dejó, gracias al empeño de sus padres, de escuchar cuentos cada día, aunque al principio sus respuestas apenas eran articuladas o inteligibles. Pero ese empeño, que suponía sobre todo un modo de íntima comunicación entre él y sus padres, fue dando poco a poco sus frutos. A medida que aprendía a leer por sí solo, Sergio se fue interesando por los libros, impugnando un tanto la idea de que los niños con autismo son incapaces de entender las ficciones, los juegos de palabras, los dobles sentidos. A Sergio le gustaba mucho leer y sobre todo que le leyeran en voz alta.
Hace un tiempo, Sergio dio un paso más y con 9 años comenzó a escribir sus propias historias, en las que volcaba su mundo íntimo, una mezcla de sus experiencias cotidianas y sus lecturas. Era su personal modo de abrir una vía de comunicación con el exterior, de hacerse presente en el mundo complejo que lo rodea. Al modo de Jorge Luis Borges en sus últimos años, Sergio se sirve de su padre para escribir sus cuentos, que desarrolla mentalmente y verbaliza en voz alta. Todo comienza siempre con un título, a partir del cual construye una historia. Su padre, amanuense solícito y paciente, va anotando lo que Sergio dicta mientras camina de un lado para otro, relee lo que va saliendo, hace preguntas cuando Sergio se atasca, pasa a limpio la historia final.
Consideramos en su momento que los 29 cuentos que componen el libro eran un material muy valioso, tanto por el extraordinario derroche de imaginación y creatividad como por el hecho de que quien los escribía apenas tenía 10 años y su vida está condicionada por el trastorno que le afecta. Para cualquier niño ese ejercicio intelectual y emocional tiene mucho mérito, pero en el caso de Sergio su mérito es descomunal.