El miércoles pasado fue la última reunión del año en el club de lectura de mujeres del módulo 10 del Centro Penitenciario de Albolote. Habíamos leído el poema La mujer de Lot de Wislawa Szymborska y tras una profunda conversación, pues el poema les afectaba de lleno, tocaba hacer balance de lo que ha significado el club de lectura este trimestre. Solemos hacer estos balances y en esta ocasión tenía mucho sentido ya que se habían incorporado nuevas lectoras.
La primera en opinar fue E., que se unió al club a finales de septiembre. Dijo que nunca pensó que en la prisión iba a poder estar en un grupo en el que se iba a divertir tanto leyendo y que estaba deseando que llegasen los miércoles para que nos reuniésemos. A. dijo que ella leía antes de ingresar en la prisión, pero que ahora había descubierto que disfruta leyendo, que demora el tiempo de leer y que en grupo se siente como en familia. Todas coincidían en que aprenden cosas nuevas, se animan mutuamente, se enriquecen con los comentarios que hacen las demás, contrastan opiniones, descubren la magia de las palabras. A I. D. la literatura le ha servido para superarse y descubrir que tiene talento para la escritura, aunque nunca lo había puesto en práctica. Ahora escribe relatos y poemas que la liberan y hacen que haya adquirido confianza en ella. Ha descubierto a Garcilaso, a Góngora, a Quevedo y disfruta como nunca había imaginado conociendo los entresijos de un poema y aplicando esos conocimientos a la escritura de los suyos. También comentó que el ambiente en el que se desarrollan las sesiones hace que se reconozcan como personas y no como presas. C. dijo que recordaba, especialmente, pues le había impresionado, el poema Mis hijos me traen flores de plástico de José Hierro. Ella lleva cuatro años en el club y son muchos los poemas que hemos leído juntas, pero recuerda ese poema sobre todo. Los comentarios agradecidos se sucedieron, pero hubo uno que especialmente me conmovió. I. M. insistió en la idea de que las reuniones generan serenidad y paz, se está pendiente de los detalles de cada una, por lo que el club de lectura es mucho más que un club de lectura. Literalmente dijo: «a mí me quita mucha cárcel».
Confieso que la frase me impresionó y me afectó profundamente. Ese día me fui con un nudo en la garganta, pues los abrazos al despedirnos fueron esa tarde más intensos que otras veces. Me hago consciente de que la literatura puede cambiar la vida de una persona, al menos durante las dos horas que duran las sesiones. Y es que a menudo la lectura del poema con el que siempre comenzamos sirve para que cada una aporte su mirada y su interpretación, para comprender que el poema, que al principio tiene para cada una de ellas un sentido, adquiera después de escuchar a las demás, otros sentidos, que no son antagónicos, sino que por el contrario amplían el significado. Y ese simple acto de compartir e interpretar adquiere en ese espacio un valor que trasciende el simple análisis lingüístico o literario. Ese intercambio de sentidos, que en el fondo es de vidas, modifica en algo su forma de ser, estar y entender, una conciencia que se prolonga en las celdas cuando vuelven a leer los poemas a solas y los guardan y los recuerdan.
Andrea
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Qué curiosa la literatura y lo que nos puede llegar a hace sentir. Las palabras de esa presa me han recordado las de Miguel Hernández "…cárcel me arrancan". La literatura es, en efecto y sin ninguna duda, un lujo de primera necesidad.
Qué bien traído el verso de Miguel Hernández, DCCLM. Gracias. Y si bien el poeta se refería a la risa de su hijo, la literatura puede cumplir el mismo papel. "Tu risa me hace libre, / me pone alas. / Soledades me quita,/ cárcel me arranca. / Boca que vuela, / corazón que en tus labios / relampaguea."
Gracias, Yol Lee, por tu comentario y por considerar, efectivamente, que la literatura es necesaria. Tú lo sabes bien por tu trabajo y por tu compromiso.
Es una crónica hermosísima. Gracias, Andrea.
Gracias, querida Irene. Tú bien sabes lo que significa ir a leer al centro penitenciario y lo que significa para todos los que nos esperan los miércoles. Un abrazo.
Escuchar esa afirmación me emocionó profundamente. Es posiblemente una de las valoraciones expresadas en el grupo de lectura que, en mi oipnión, más sentido la dan al mismo, y, con diferentes formas, se produce con cierta frecuencia.