Solo puedo sentirme agradecida y emocionada.
A lo largo de las cuatro sesiones hemos leído muchas historias, hemos discutido sobre ellas, hemos hablado de nuestras experiencias personales, pero sobre todo hemos salvado las barreras de comunicación entre sordos y oyentes, hemos comprobado que nos podemos comunicar con miradas, signos o palabras, con gestos, con sonrisas. Que se puede leer con signos, que se puede escuchar con los ojos. Hemos podido constatar la universalidad de la literatura y que lo importante nunca es el idioma que se habla, sino las emociones que se comparten y las ganas de compartirlas.
Muchos han sido los cuentos que han pasado por Asogra: Elmer y su diferencia, Frederick y su especial forma de trabajar, Juul y su triste historia, El árbol rojo, La historia de Erika, Historia de Uno, No eres una lagartija, Los elefantes nunca olvidan, La gran fábrica de las palabras y un largo etcétera. Todos ellos nos han dado la oportunidad de acercar estos dos mundos, el de las voces en alto y el de las manos agitando el aire en el espacio. Todos estos álbumes nos han permitido hablar de lo iguales que somos, de lo importante y enriquecedora que es la diferencia, de la vida según la concibe cada una de nosotras, cada uno de nosotros.
El viernes, en la última sesión, Carolina, Cristina y Silvia, expertas ya en la dinámica y las maneras de Entrelibros, nos trajeron sus propios textos. Poesías y relatos que ellas mismas habían escrito y quisieron compartir. Ese día fuimos nosotros los receptores de sus maravillosas palabras. Nos sentimos afortunados de poder escuchar sus voces, agradecidos por el regalo que nos ofrecieron, emocionados por estar viviendo algo tan hermoso.
Para mí, que desde hace tiempo pertenezco a la comunidad sorda, ha sido un placer ver cómo mis dos pasiones, la literatura y la Lengua de Signos, se aunaban y daban tan hermosos frutos. Quiero dar las gracias a Juan, Andrea, Susana, Stefania, Manolo, María y Liliana por su predisposición, su calma ante el revoloteo de manos y mi incapacidad para interpretarlo todo, por hacer de los cuentos un puente de comunicación. Y a Asogra, y en especial a la Comisión de Juventud, por abrirnos la puerta a otro mundo, por acogernos y compartir con nosotros todos estos viernes de cuentos.
Ese último día llegamos al acuerdo, sellado con un intenso abrazo, de continuar las lecturas el curso que viene. De modo que esto es solo el principio de una hermosa amistad.
Beke