Una de las frases más conmovedoras que Alba, a la que no veíamos desde el curso pasado, dijo al encontrarnos fue: «¡Cuánto echo de menos vuestras voces!». Y luego añadió, como avergonzada: «Y a vosotros también». Pensaba que tenía que añadir esa aclaración, por si nos sentíamos molestos. No imaginaba que esa rectificación era innecesaria, que habíamos entendido perfectamente lo que quería decir. En efecto, eran nuestras voces al leerles los cuentos lo que ella más estimaba, lo que ella añoraba. Y debía ser así, porque nuestra presencia en sus vidas se manifestaba a través de nuestras voces, a través de las historias que les leíamos.
«Echo de menos vuestras voces». ¡Qué hermoso regalo nos hacía Alba con sus palabras!
Y a continuación dijo que no se le había olvidado todavía uno de los cuentos que les habíamos leído y que ya era uno de sus favoritos, Madrechillona, el extraordinario álbum de Jutta Bauer, editado por Lóguez. «Algunos días jugamos a Madrechillona mi hermana y yo», agregó Alba. Su comentario me sorprendió y me emocionó. Y reafirmó la importancia de nuestra tarea. «¿Te gustaría tener ese libro?», le pregunté. Se le iluminó la cara. «Claro que sí».
Ayer por la mañana le regalamos el libro. Estamos seguros de que lo guardará como un tesoro, que lo incorporará a su vida como algo necesario e inolvidable.
Juan.